miércoles, 21 de octubre de 2015

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A mi me gustaría saber escuchar mi corazón. Porque siento que a veces no le hago caso como debería de ser y sólo me la paso pensando; todo se queda en los pensamientos y pocas veces lo escucho. Yo sé que no hay un instructivo ni nada de eso, pero creo que soy muy tonta por no saberlo escuchar como se debe. Cómo sabra uno cuando el corazón te habla y no es solamente la mente la que inunda mi ser.
Ahora mismo siento que estoy al borde de un precipicio, no sé que hay del otro lado, sólo es cuestión de dar un salto con Fe o sin ella nomás saltar, pero es entonces cuando la mente empieza a actuar.
Sí, tengo miedo, no lo voy a negar, pero también sé que es inevitable la transformación. La forma o al menos mi propia forma ya la conozco muy bien, estoy hastiada de esa forma, de esta manera de vivir que no trasciende, me quedo en lo mismo, en las mismas palabras, los mismos actos, la misma gente, lo mismo todo; y no es porque sea adivina o tenga un oráculo en mis manos pero puedo saber en lo que se va a tornar una conversación con determinadas personas en determinados eventos. No pasa nada se habla de lo mismo, se hace lo mismo. Me quiero morir a lo que ya conozco-no, mejor dicho-me estoy muriendo a lo que ya conozco. Entonces cuál es realmente la maldita transcendencia de la que todo mundo habla, ninguna; a estas alturas o más bien a estas bajesas mi trascendencia radica en el pinche instante mismo. No entiendo nada de la vida y tampoco pretendo entender ya nada, el tratar de entender me ha hecho más vil. No sé qué va a pasar conmigo. Nomás voy a escuchar mi corazón.